En este artículo, argumento que los individuos están obligados, previo a la existencia de instituciones justas que lo exijan de ellos, a restringir su uso, o compartir los beneficios equitativamente de cualquier uso más allá de sus derechos, de la capacidad de absorción de la Tierra (EAC) de gases de efecto invernadero, como cuestión de justicia distributiva global, dentro de un rango justificable específico. Como parte de la búsqueda de una concepción adecuada de la moralidad climática, abordo esta tarea revisitando e inspirándome en dos argumentos prominentes de la filosofía política clásica para pensar acerca de las normas (derechos, permisos, límites, etc.) con respecto a la apropiación “preinstitucional” de los recursos sin dueño: Locke y Kant, respectivamente. Los recursos básicos que desarrollan—en conexión a normas fundamentales de igualdad y derechos a la autoconservación y libertad—para generar su esquema particular de porciones distributivas previo a la existencia de instituciones justas puede conectarse útil y plausiblemente con el recurso escaso, valioso, rival, no excluible, global y sin dueño que es la EAC, con el fin de fortalecer una imagen de los derechos climáticos individuales en el mundo contemporáneo. Es una imagen que viene acompañada de algunas implicaciones bastante radicales, especialmente para los muy favorecidos.